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Por Ana María Arenas

Hace dos días me levanté bastante triste, porque a pesar de que había hecho muchas cosas a lo largo de este año me sentía vacía, y algo melancólica, creo que algunos de ustedes se han sentido así alguna vez, ¿no?     

Como de costumbre revisé el correo electrónico y miré la agenda. En ese momento recordé que tenía un compromiso periodístico con la Universidad Reformada en un evento llamado ¨Música Para la Paz¨, al terminar todos mis quehaceres me dirigí a la universidad y a pesar de que estaba enterada de que se trataba el evento jamás imaginé encontrarme con tantas emociones juntas en un mismo sitio. 

Al entrar por la puerta principal del Paraninfo lo primero que pude observar fue a unos pequeñitos de escasos 5, 6, 7 u 8 años de edad, que no llegaban ni si quiera a los 15, observé sus caritas llenas de sueños, de expectativas, de emoción porque esperaban con ansias el gran momento, mismo donde demostrarían un trabajo lleno de esfuerzo, dedicación bajo las condiciones de la pandemia y ese día volverían a encontrarse con aquellos a quienes el COVID 19 les alejó y solo podían verse desde un ordenador.  



También pude notar la cara de los padres, abuelos, tíos o familiares de estos pequeños gigantes quienes habían depositado no solo tiempo, si no también esfuerzo y dedicación en esas arduas horas de estudio, porque no solo comprendía ese espacio, sino el tiempo en cambiarlos, alistarlos, motivarlos a perseguir sus sueños, en palabras del director del programa de Música de la UniReformada Rodrigo Flores, algo que me conmovió de manera significativa. 

Siguiendo con el evento la presentación magistral de los centros comunitarios de Rebolo, Las flores, entre otros. Cargados de pasión, de entrega, de compromiso llenaron mi corazón y el de todos los asistentes de emoción. 

Verlos allí, quizás algunos con miedo, pero interpretando cada sonata y melodía nos hacían pensar en un mundo lleno de grandes artistas, que hoy se reunían para demostrar la grandeza de sus pasiones.  

Cada director dirigiendo con tenacidad y elegancia a la próxima generación de quienes los sustituirán en algún momento.  

Los agradecimientos a quienes hicieron posible tan monumental evento, porque sin duda alguna cada uno de ellos se vio reflejado en la carita de felicidad de estos niños y les hicieron recordar el niño o la niña, que alguna vez también fueron.  

No me queda más que agradecer por ser parte de esta iniciativa y recordarles que los sueños sí se cumplen, que la música además de generar emociones, alivia nuestra alma y nos hace pensar en un mundo con menos armas y más instrumentos, que la vida tiene algunos bemoles, pero siempre habrán sostenidos. 

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